domingo, 27 de junio de 2010

El porqué de la inmigración. José Saramago

El factor Dios, José Saramago

Reflexiones de Saramago

La flor más grande del mundo. José Saramago

Sobre José Saramago

Opiniones sobre Joé Saramago

"Como Gunter Grass o Ces Nooteboom, Saramago aspira a enlazar con un público que desborde los límites nacionales." - Miguel García-Posada / El País

"Con toda su habilidad de escritor que merece las máximas distinciones internacionales, Saramago reivindica algo que se halla muy lejos de nuestra era: la utopía de la fraternidad." - Luis León Barreto / La Provincia



"Su idea de la literatura es la de un arte comprometido y global, capaz a la vez de integrar géneros y difuminar las fronteras entre estos sin caer en el caos, y de defender todos y cada uno de los resquicios de humanidad que alberga el individuo." - Juan Manuel González / Leer



" Yo no sé, ni quiero saberlo, de dónde ha sacado Saramago ese diabólico tono narrativo, duro y piadoso a un tiempo, con algo de letanía bíblica y de nana infantil, que le permite contar tan cerca del corazón y a la vez tan cerca de la historia, y donde los afanes se ven casi siempre al trasluz de los afanes colectivos." - Luis Landero



" Saramago ha bajado hasta las cavernas más profundas de la trastienda humana y nos ha prevenido de los males no sólo de la razón, sino de la sinrazón." - César Antonio Molina / Diario l6



" Convertido ya en uno de los grandes olvidados del Nobel, el escritor portugués José Saramago sigue dejando en evidencia al jurado del premio con nuevas demostraciones de calidad literaria y compromiso humano." - Manuel Mediavilla / Sur



" La narrativa de Saramago aúna cualidades líricas y épicas, pero tampoco faltan en ella la crítica y la parábola de contenido, y una fertilidad imaginativa y temática que hace de su lectura un gustazo, así como un conocimiento de su suelo y sus gentes sin el cual no parece concebible esa novelística, tan histórica como contemporánea." -

Fernando Quiñones " Tal vez Saramago tiene razón y hay que nombrar los buenos sentimientos para que no desaparezcan. En última instancia, quizás sea de nuevo la hora de la alegoría y necesitemos imaginar que apuramos el cáliz para volver a pensar en nuestra reforma." - José Antonio Ugalde / El Mundo

Todos somos Chiapas

TODOS SOMOS CHIAPAS


(Artículo escrito en primera persona por José Saramago, resultado de sus impresiones recogidas durante su viaje a Chiapas, con motivo de los disturbios que enfrentaron a la población indígena con el gobierno mexicano, y publicado en La Revista del diario español El Mundo).

He visto el horror. No el que hemos observado en lugares como Bosnia o Argelia. No. Éste es otro tipo de horror. Estuve en Acteal, en el mismo lugar de la matanza... escuchando a los supervivientes. Es difícil expresar lo que se siente cuando uno sabe que se encuentra con los pies sobre el mismo lugar donde hace tres meses asesinaron a estas personas.

Me imaginaba la escena... La gente tratando de escapar... los paramilitares disparando a discreción... las mujeres y los niños gritando, huyendo entre la maleza... el lamento de los heridos...

En Chiapas se vive una situación de guerra o una ocupación militar, que al final es casi lo mismo. No es una guerra en el sentido común, con un frente y dos partes confrontadas. Yo nada más he visto una parte confrontada: el Ejército y los paramilitares. La otra parte, las comunidades indígenas, no están enfrentándolos, no tienen medios. Están rodeados, no tienen comida ni agua... Viven en condiciones infrahumanas. Son casi campos de concentración. No los reunieron allí a la fuerza, es cierto, pero cuando huyeron a esos lugares (se refiere a los campos de refugiados) los rodearon los paramilitares y el Ejército. Entonces esos campamentos se convirtieron en una especie de campo de concentración.
Si alguna vez hubo en la historia de la humanidad una guerra desigual, no la hubo nunca como ésta. Es una guerra de desprecio, de desprecio hacia los indígenas. El Gobierno esperaba que con el tiempo se ¡acabaran! todos, simplemente eso.

Pero ellos sobreviven, alimentándose de su propia dignidad. No tienen nada, pero lo son todo. Enfrentan la guerra con ese estoicismo que me impresionó tanto, un estoicismo casi sobrehumano que no aprendieron en la universidad, que consiguieron tras siglos de humillación. Han sufrido como ninguno y mantienen esa fuerza interior, una fuerza que se expresa con la mirada... La mirada de ese niño al que le han destrozado para siempre la vida... (Saramago conoció al pequeño de cuatro años Gerónimo Vázquez al que los paramilitares amputaron cuatro dedos en Acteal) Es algo que no se me borrará jamás de la memoria... Las miradas serias, severas, recogidas de las mujeres, de los hombres... son algo que está por encima de todo. Los indígenas no tienen nada, pero lo son todo. ¿Cómo es posible que después de tanto sufrimiento ese mundo indio mantenga una esperanza? ¿Cómo puede sonreír ese hombre de Polhó que nos acaba de decir "mañana puede que nos maten a todos, pero bueno, aquí estamos"? Es algo que no alcanzo a entender.

En Chiapas encontré un mundo que no comprendo. El mundo indio es un mundo donde el europeo no puede entrar fácilmente. Es como si me asomara a una ventana que da a otro mundo y, aunque lo tengo enfrente, no lo puedo entender.

También descubrí otra realidad, la de un territorio ocupado militarmente. Un territorio donde los paramilitares y el Ejército son la uña y la carne juntas. Por una razón muy sencilla: de no ser así, los paramilitares no podrían haber hecho lo que hicieron y lo que siguen haciendo. Yo vi camiones del Ejército transportando a civiles que seguro no viajaban allí por la amabilidad de los militares. Minutos después de que abandonáramos Acteal hubo un acto de intimidación e hicieron hasta 30 disparos al aire. Esto sólo puede ocurrir si el Ejército da su bendición. Nada más fácil para el Ejército que identificar a los paramilitares y desarmarlos.

Me parece esquizofrénico que el Congreso pueda estar debatiendo una ley (el Proyecto de Ley sobre Autonomía Indígena propuesto por el ejecutivo) supuestamente para resolver los problemas de las comunidades indígenas, como si fuera una ley normal, en situaciones normales para objetivos consensuados, cuando al mismo tiempo hay miles de desplazados que no pueden volver a sus tierras, con miedo a ser asesinados, mientras hay una ocupación militar clara en el territorio de Chiapas. Y mientras los paramilitares se pasean tranquilamente y hacen lo que quieren.

¿Cómo es que no se empieza por pacificar la situación para después discutir una ley donde participen todos los sectores y todas las comunidades?

Todo se ha hecho sometiendo a los indios de Chiapas a una presión incalificable y esto no puede llamarse humanidad.

El pueblo de México tiene que reclamar a su Gobierno una paz justa y digna. Yo no puedo, sólo soy un escritor extranjero acusado de injerencia. El pueblo mexicano no puede quedarse parado, dejando que los gobernantes lo decidan todo, hay que bajar a la calle... no estoy pidiendo un levantamiento sino simplemente que las conciencias se manifiesten... estoy pidiendo una insurrección moral, desarmada, étnica...
Acteal es un lugar de la memoria que no puede de ninguna manera desaparecer. Sabemos lo que ocurrió y no lo queremos olvidar. Chiapas es el cuerpo de México. La sociedad civil debería admirar no sólo a los indios sino a los que se levantaron para defender a esos mismos indígenas.

De Chiapas me llevo no sólo el recuerdo, me llevo la palabra misma... Chiapas... La palabra Chiapas no faltará ni un solo día de mi vida. Si tenemos conciencia pero no la usamos para acercarnos al sufrimiento ¿de qué nos sirve la conciencia? Volveré a Chiapas, volveré".
Transcripción de Javier Espinosa

(Declaraciones concedidas a LA REVISTA por José Saramago (Portugal, 1922) en México DF tras su viaje a Chiapas el 14 y 15 de marzo. En su visita conversó con los supervivientes de la matanza de Acteal en el lugar de la masacre, recorrió después el campo de refugiados de Polhó y hasta se acercó al campamento militar de Majomut, sito en las inmediaciones del asentamiento indígena).

Pensamientos expresados por José Saramago

Pensamientos

Foto: Marcelo Bainai
«La alegoría llega cuando describir la realidad ya no sirve. Los escritores y artistas trabajamos en las tinieblas, y como ciegos tanteamos la oscuridad.»

«La vista es una metáfora de razón, es el único personaje que mantiene un sentimiento de amor, de solidaridad, el único que conserva su humanidad. Lo que realmente nos separa de los animales es nuestra capacidad de esperanza.»

«El éxito a toda costa nos hace peor que animales.»

«Yo no soy filósofo ni científico. No creo que haya un principio del mal ni del bien. Lo único que sé es que todo está dentro de nuestro cerebro.»

«Ni el arte ni la literatura tienen que darnos lecciones de moral. Somos nosotros los que tenemos que salvarnos, y sólo es posible con una postura ciudadana ética, aunque pueda sonar a antiguo y anacrónico.»

«Siempre hay un tuerto o un listo que nos gobierna.»

«Es mentira que el Nobel sirva para fomentar la literatura del país al que pertenece el galardonado. Para lo único que vale es para engrosar la cuenta corriente del autor.»

«A veces la literatura se parece a una operación de Bolsa. Las cotizaciones suben y bajan, y muchas veces dependen sólo de la promoción. No me gusta, me huele demasiado mal.»

«Europa funciona como una empresa, en el sentido de que quien manda es quien tiene más acciones.» «Lo que me preocupa es la permanencia del hombre, en el planeta, la insistencia de la humanidad en vivir a pesar de todo. Lo que estoy buscando es lo que la historia no cuenta.»

(Declaraciones extraídas de las publicaciones Avui, Cambio 16, Tribuna, El Periódico, El País, El Correo español, Journal de Letras, Artes e Ideas, Tribuna, Tiempo.)

Obras de José Saramago

BIBLIOGRAFÍA ORIGINAL


ESTUDIOS SOBRE LA FIGURA Y LA OBRA DEL AUTOR

TRADUCCIONES DE SARAMAGO AL ESPAÑOL

Foto: Céu Guarda  

BIBLIOGRAFÍA ORIGINAL

Os poemas possíveis (poemas).

Provavelmente alegría (poemas).

Deste mundo e do outro (crónicas).

A bagagem do viajante (crónicas).

As opinioes que o DL teve (artículos).

O ano 1993 (fabulación alegórica).

Os apontamentos (crónicas).

Manual de pintura e caligrafía (novela).

Objecto Quase (relatos).

A Noite (teatro).

Levantado do chao ( novela).

Viajem a Portugal (viajes).

Memorial do convento (novela).

O ano da morte de Ricardo Reis (novela).

A Jangada de pedra (novela).

Historia do cerco de Lisboa (novela).

E Evangelho segundo Jesus Cristo (novela).

In nomine Dei (teatro).

Ensaio sobre a cegueira (novela).

Cuadernos de Lanzarote I, II y III (diario).
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ESTUDIOS SOBRE LA FIGURA Y LA OBRA DEL AUTOR

Arias, Juan: José Saramago, El amor posible, Barcelona, Planeta, 1998 .- (Documento).

Seixo, Maria Alzira: O essencial sobre José Saramago, Imprenta Nacional, Lisboa, 1987.

Cerdeira da Silva, Teresa Cristina: José Saramago entre a história e a ficçao, Publicaçoes Dom Quixote, Lisboa, 1989.

Reis, Carlos: Memorial do Convento ou a emergência da História, en "Revista Crítica de Ciêncis Sociais", 18/19/20, febrero 1986.

Rio, Pilar del: José Saramago, "Ediciones de Cultura Hispánica", Madrid, 1995.


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TRADUCCIONES DE SARAMAGO AL ESPAÑOL





De este mundo y del otro, crónicas: Ed. Sotelo Blanco, Barcelona, 1997.

Las maletas del viajero, crónicas: Ed. Sotelo Blanco, Barcelona, 1995

Manual de pintura y caligrafía, novela: Seix Barral, 1988.

Objeto casi, relatos: Alfaguara, 1996.

Alzado del suelo, novela: Ed. Seix Barral, 1988.

Viaje a Portugal, viajes: Ed. Alfaguara, madrid, 1995.

Memorial del convento, novela: Ed. Seix Barral, 1986.

El año de la muerte de Ricardo Reis, novela: Ed. Seix Barral, 1985.

La balsa de piedra, novela: Ed. Seix Barral, 1990.

El Evangelio según Jesucristo, novela: Ed. Seix Barral, 1992.

In nomine Dei, teatro: Ed. Sotelo Blanco, Barcelona, 1996.

Ensayo sobre la ceguera, novela: Ed. Alfaguara, Madrid, 1996.

Cuadernos de Lanzarote: Ed. Alfaguara, Madrid, 1997.

El silencio cuando habla

para ver las diapositivas por favor, haz clic en > avanzar

SILENCIO CUANDO_HABLA_EL_ abzms


José Saramago Biografía

José Saramago nació en Azinhaga (Portugal) en 1922. Antes de responder a la llamada de la literatura trabajó en diversos oficios, desde cerrajero o mecánico, hasta editor. En 1947 publicó su primera novela, "Tierra de pecado", ahora reeditada en Portugal, coincidiendo con los cincuenta años de su aparición. Pese a las críticas estimulantes que entonces recibió, el autor decidió permanecer sin publicar más de veinte años porque, como él afirma ahora «quizá no tenía nada que decir». Sin embargo, a finales de los sesenta se presentó con dos libros de poemas: "Os poemas possiveis" y "Provavelmente alegría" (parte de un ciclo que completaría en 1975 con "O ano de 1993"). Puede que la demorada publicación de sus textos sea el motivo por el que numerosos críticos lo consideran un «autor tardío». Y quizá sea cierto, aunque ello en modo alguno vaya en contra de una cuestión mucho más importante: Saramago es dueño de un mundo propio, minuciosamente creado, libro a libro, y su obra lleva muchos años situándolo en el primer plano literario de su país. Ya sus primeras publicaciones en prosa -"Manual de pintura y caligrafía" (1977) y "Alzado del suelo" (1980),- lo acreditan como un autor de indiscutible originalidad, por su controvertida visión de la historia y de la cultura.

miércoles, 23 de junio de 2010

y tú, lo utilizas?



me parece excelente este comercial

lunes, 21 de junio de 2010

Carlos Monsivais "Retrato hablado"









Carlos Monsivais"Aires de Familia" Cultura y sociedad en américa Latina . Barcelona

REVISTA DE LITERATURAS POPULARES / AÑO II / NÚMERO 2 / JULIO-DICIEMBRE DE 2002


Carlos Monsiváis. Aires de familia. Cultura y sociedad en América Latina. Barcelona:

Anagrama, 2000; 255 pp.

Con Aires de familia Carlos Monsiváis logra una visión sintética de lo que

ha sido el desarrollo cultural y social de América Latina en el siglo XX.

Literatura, cine, música, televisión, teatro; migración, feminismo, política,

educación, movimientos marginales: todo entra en el hilado fino

que Monsiváis lleva a cabo para proponer esta historia de la cultura en

la que reconocemos su visión aguda y certera. Aun cuando dedicar toda

una vida a reflexionar sobre los fenómenos que se analizan en esta obra

no necesariamente garantizaría buenos resultados, en el caso de Monsiváis

se aúnan constancia y lucidez: en Aires de familia hay una intensa

tarea de recapitulación y, al mismo tiempo, de reinterpretación. No resulta

difícil ver esta obra como el producto de un balance en el que se

reconocen nociones apuntadas en obras anteriores (Amor perdido y Días

de guardar, por ejemplo), pero a la luz de una visión de conjunto imposible

de alcanzar en los años en que aparecieron esos títulos.

Son siete las partes que componen el libro, el cual cierra con un epílogo.

En la primera, “De las versiones de lo popular”, Monsiváis se remonta

a la victoria de las luchas independentistas que dieron lugar al

nacimiento de los distintos países latinoamericanos, y desde ahí sigue

las trasformaciones que fueron conformando poco a poco las características

de cada nación, en las que resultan claros los “aires de familia”

que relacionan desde el principio a las sociedades de esta parte del

mundo. Cuando se ocupa de la posición y tarea de los escritores decimonónicos,

Monsiváis subraya una contradicción que puede leerse como

metonimia de lo que sería la formación nacional. En efecto, a los escritores

se les dio el encargo de crear la conciencia nacional de una población

mayoritariamente analfabeta. La fórmula puede establecerse de

162 Elizabeth Corral Peña

manera por demás sencilla: los que no aprenden a leer son los pobres,

así que la pobreza se convierte en un lastre con el que “nace” la gleba,

la canalla, es decir, la horda anónima que no pertenece a la nación,

sino que está en las afueras. Así, la literatura del XIX es clasista, porque

todavía está lejos la “idealización de la pobreza (simultáneamente

fatal y redentora) que proclamarán el melodrama literario y

el cinematográfico” (15). Y a partir de este clasismo aparecerán y se

desarrollarán las distintas versiones de lo que es “lo popular”. Para

apuntalar el concepto de lo que es y ha sido el pueblo en América

Latina, Monsiváis acude a distintas manifestaciones culturales, da sus

interpretaciones, presenta juicios de valor. Para la etapa decimonónica,

la literatura es su fuente primordial y México, el país en el que centra la

mirada.

El siglo XX ofrece un abanico más amplio de posibilidades. Si bien la

literatura sigue siendo espacio primordial para analizar las transformaciones

de la sociedad, adquieren igual importancia manifestaciones como

la música, el cine, la radio y la televisión. Es gracias al desarrollo de la

industria cultural como surge, entre 1935 y 1955 aproximadamente,

la idea de “lo popular” válida hasta ahora, que “elimina o arrincona las

cargas opresivas de los conceptos gleba y plebe, y exalta las comunidades

sin futuro pero con un presente divertido y pleno de afectos mutuos”

(25). Además, las influencias mutuas entre unas y otras manifestaciones

—entre las que se destaca la que el cine ha tenido sobre un número

impresionante de actividades humanas— ha permitido que capas cada

vez mayores de habitantes tengan acceso a productos culturales de todo

tipo, incluida, claro, la “alta cultura”. Se queda atrás, pues, el elitismo

ilustrado y se impone una modernidad en teoría democratizadora.

Monsiváis revisa aspectos como la presencia cada vez más invasora

de la ciudad a expensas de un campo que, a su vez, deja de percibirse

como último reducto de la pureza; se ocupa de las diferencias regionales,

haciendo hincapié en el sonido popular: el habla cubana de los personajes

de Cabrera Infante, el puertorriqueño de los de Luis Rafael

Sánchez, el mexicano de los de Ricardo Garibay; destaca la apropiación

“culta” de lo kitsch, de la música y de los ídolos populares, de géneros

considerados antes “subgéneros”; señala el origen del interés por lo

popular como una simple moda, aunque reconoce que en este fenómeReseñas

1 6 3

no se da algo irreversible: la fusión de los dos “adversarios ancestrales”

y, por tanto, el fin del duelo entre alta cultura y cultura popular.

En la segunda parte, “South of the border, down Mexico’s way. El

cine latinoamericano y Hollywood”, el autor habla de la importancia

que el cine latinoamericano ha tenido para “millones de personas que a

sus imágenes, relatos y sonidos deben en buena medida sus acervos de

lo real y lo fantástico” (51). La preponderancia del cine hollywoodense

no ha impedido que los distintos cines nacionales hayan tenido momentos

de gloria. De hecho, y a pesar de las caídas artísticas y comerciales,

las industrias cinematográficas de América Latina han funcionado como

contrapeso a la tendencia monopólica del cine estadounidense. Con

humor zumbón, Monsiváis hace un rápido recorrido por algunas de las

glorias de los cines nacionales, en particular del mexicano. De Allá en el

Rancho Grande destaca lo elemental de la trama, lo absurdo de muchas

de las situaciones recreadas (“los paisajes bellísimos, las tragedias que

interrumpen los besos, y los charros que pasan sus días a caballo mientras

un trío los acompaña a campo traviesa”, 59), mientras que, por otro

lado, se toma la molestia de citar las películas de Negrete, “sabiamente

intituladas Ay Jalisco no te rajes, Así se quiere en Jalisco, No basta ser charro,

Me he de comer esa tuna” (60). Y entre uno y otro comentario mordaz, el

autor exhibe la trascendencia del cine en la conformación de símbolos

con los cuales identificarse, en la distribución (¿imposición?) de modelos

de vida o de sensualidad, en lo que ofrece como base para la formación

melodramática, sentimental y humorística de los espectadores.

En “Pero ¿hubo alguna vez once mil héroes? ‘Si desenvainas, ¿por

qué no posas de una vez para el escultor?’”, título de la tercera parte,

aborda las transformaciones a lo largo del tiempo de dos conceptos complementarios,

la Historia y el heroísmo. Se remite al texto clásico de

Thomas Carlyle, De los héroes y el culto a los héroes y lo heroico en la historia,

en el que se implanta por primera vez de manera tajante la excepcionalidad

de los seres que “regalan su perfil a los pueblos anodinos”

(81). Esto es, muestra cómo desde el principio la construcción simbólica

de los héroes adopta un tono de adoración y de consecuente discriminación

(incluso sexual: el concepto tradicional no incluye a las heroínas).

A partir de ahí, Monsiváis pasa revista a Hidalgo, Bolívar, Mina,

San Martín, Sucre, Juárez, O’Higgins, Villa, Zapata, Sandino y multitud

164 Elizabeth Corral Peña

de otras personalidades que la historia ha conservado como héroes.

También alude a otros medios, como el mundo laico y el católico: el

Catecismo del Padre Ripalda, afirma Monsiváis, procede de manera similar

que los “múltiples Catecismos Cívicos o Patrióticos, también

atenidos a la transfiguración de las personas, en este caso por la contaminación

del heroísmo” (88). El Manual de Carreño encuentra su lugar

en estas mismas páginas.

Dictadores, guerras mundiales, peronismo, revolución cubana, movimiento

zapatista, deporte, cultura: Monsiváis analiza cómo ha funcionado

la figura de los héroes en cada uno de los distintos espacios de la vida

de una sociedad, hasta llegar a la era del “post-heroísmo”, cuyo inicio

puede marcarse a partir de la caída del Muro de Berlín, la emergencia del

neoliberalismo y la computarización planetaria. El post-heroísmo implica

la negación total de la generosidad comunitaria, afirma el autor, pero

todavía queda la presencia de las organizaciones no gubernamentales y

de la sociedad civil, representadas por ciudadanos que, a falta de héroes,

ejercen como tales, lo cual es, a fin de cuentas, lo fundamental.

“‘Ínclitas razas ubérrimas’. Los trabajos y los mitos de la cultura iberoamericana”

es el título de la cuarta parte del libro. Aquí, el autor comienza

preguntándose si realmente existe la tan blandida unidad iberoamericana.

A pesar de dar múltiples respuestas que permiten afirmar

su existencia, hay otras tantas que manifiestan que esa unidad no es tan

inalterable como se pretende. Al autor le interesa reflexionar sobre los

matices que cada país presenta ante aspectos que posibilitan la unidad:

el lenguaje —en especial, el poético—, la secularización, el arte, la política

de izquierda y la revolución, la moda intelectual, etc. Estos y otros

temas lo llevan a un recorrido histórico que enfatiza similitudes y diferencias

entre los países de Latinoamérica. Las tendencias y simpatías

históricas de los iberoamericanos hacia otros centros culturales del

mundo dan pie para que el autor revise las relaciones que se establecieron

y se establecen con otros países y continentes, sobre todo con Europa

y los Estados Unidos. Este tema se encadena con el de las migraciones,

objeto de la quinta parte de Aires de familia.

En efecto, en “Desperté y ya era otro”, Monsiváis habla de todos los

tipos de migraciones que es posible imaginar, desde las voluntarias o

involuntarias que hacen que los habitantes de un país se desplacen para

Reseñas 1 6 5

habitar en tierras lejanas (por nuevas opciones, por mejorar nivel de

vida, por afán de aventura, por mantenerse con vida), hasta las simbólicas,

como el feminismo y la diversificación religiosa y sexual, pasando

por las que se dan en el propio territorio nacional, del campo a la ciudad,

o en las costumbres, como el entretenimiento, que pasó del hogar a

la sala oscura del cine para regresar al hogar, con la televisión como

gancho para “el gozo incontaminado que libra a la familia de los peligros

de la calle” (163). Estas migraciones representan grandes avances

en contra de la alternativa única, avances que están ahora amenazados

por la globalización: “Los procedimientos de la televisión le devuelven

a la sociedad el carácter homogéneo de que tan penosamente se había

desembarazado” (179). Aunque al final Monsiváis deja abierta una rendija

por la que no se interna: “Ante las devastaciones, algunas certezas

permanecen, todas ellas correspondientes a los grandes cambios positivos.

No los difundo ahora por no oponerme al esplendor del pesimismo”

(179-180).

Las dos últimas partes llevan títulos por demás explícitos: “Profetas

de un nuevo mundo. Vida urbana, modernidad y alteridad en América

Latina (1880-1920)” y “Lo entretenido y lo aburrido. La televisión y las

tablas de la ley”. En aquella, el autor denomina profetas a todas esas

personas que “estimulan en sectores significativos la búsqueda de ideales

desprejuiciados, defienden y argumentan los otros modos de ser y

de pensar, le consiguen el espacio posible a la diversidad y a la noción de

futuro que cabe y se expande en los actos y los pensamientos disidentes”

(181). El profeta, pues, está representado por los liberales decimonónicos,

por los escritores que buscan a la vez la libertad cultural y

de los sentidos, por los pensadores radicales. Y aunque han sido minoría,

la revisión histórica de sus obras muestra el tamaño de su resistencia

frente a “dados” políticos y sociales que merecían ser desterrados.

Para esta parte, Monsiváis no sólo acude a los “grandes nombres”, sino

a profetas poco conocidos, o incluso desconocidos para la gran mayoría,

como Antonio Plaza y su poesía consagratoria de las prostitutas,

Francisco Rebolledo, poeta y profeta del deseo insaciable, o Porfirio

Barba Jacob, cuya poesía es un canto a la disidencia sexual. En el último

capítulo, Monsiváis se centra en la televisión como factor fundamental

de los procesos de identidad nacional y de integración a la sociedad de

166 Silvia Cárcamo

consumo. Después de un rápido recorrido histórico en el que evidencia,

entre otras cosas, cómo a los políticos les llevó tiempo darse cuenta del

poder potencial de la televisión, menospreciándola como simple asunto

de entretenimiento, el autor analiza los mecanismos de operación

que han hecho de ella uno de los medios masivos por excelencia y quizá

el más poderoso para la americanización de las sociedades latinoamericanas

(y mundiales). La televisión comercial, dice, es el orden nuevo de

la vida latinoamericana, pero de nada sirve oponerse al avance mediático

con mitos “nacionalistas”: “Si algo se requiere no son ideologías a la

defensiva, sino análisis que reconozcan la inmensa vitalidad popular

que a lo mejor consigue sobrevivir” (232). Dedica una parte importante

del capítulo al programa de Cristina y a las urticarias que ha provocado

en los sectores más conservadores de la sociedad, un recuento en el que

muestra cómo la pobreza de recursos, habilidades y argumentos de estos

últimos hace que Cristina aparezca casi como una paladina de la

libertad de expresión y de los sectores de avanzada.

Libro perspicaz y sugerente, Aires de familia ostenta la ya bien conocida

agudeza de Carlos Monsiváis para percibir y analizar los asuntos

sociales y culturales. Con una información amplísima que nunca tiene

la tentación de desterrar al humor, Monsiváis nos traza en estas páginas

los principales cauces seguidos por las sociedades latinoamericanas

en el recién terminado siglo XX. No hay duda de que está bien

fundamentada la decisión del jurado que le otorgó a esta obra el Premio

Anagrama de Ensayo.

ELIZABETH CORRAL PEÑA


Facultad de Filosofía y Letras, UNAM

Carlos Monsivais "Ídolos populares y Literatura en américa Latina "







La Biblioteca Luis Ángel Arango, el Museo del Oro y las 28 sucursales regionales pertenecen al Banco de la República de Colombia.
Biblioteca Virtual
Boletín Cultural y Bibliográfico. Número 1, Volumen XXI, 1984

Ídolos populares y literatura en América Latina
CARLOS MONSIVÁIS *

Ilustraciones: Jorge Peña

TABLA DE CONTENIDO

¿LO POPULAR COMO OBJETO O SUJETO DE LA CULTURA?

LO POPULAR EN UNA DEMOCRACIA CONFUNDIDA

EL CINE Y LA CULTURA POPULAR URBANA

NACE UN NUEVO SANTORAL

APARECEN LOS IDOLOS POPULARES

ROCK, SALSA Y LA BÚSQUEDA DE UN NUEVO PASADO CULTURAL

LA OTRA CARA DE LOS MEDIOS DE COMUNICACIÓN



A lo largo del siglo se produce en América Latina una importante operacion literaria, ideológica y social de resultas de la cual muchos de los límites y de las barreras impuestas por la así llamada "alta cultura" —la representación de lo mejor de Occidente— se derrumban, y una serie de factores considerados "vulgares, de mal gusto, indignos del mínimo aprecio", ocupan un sitio fundamental en las determinaciones culturales. En este proceso, los ídolos —de Carlos Gardel a Jorge Negrete, de Agustín Lara a Daniel Santos, de Celia Cruz a Rubén Blades, de María Félix a Julio Jaramillo— son elementos catalizadores de primer orden. Establecida una tesis tan inapelable, procedo temblorosarnente a su fundamentación.
Jorge negrete



¿L0 POPULAR COMO OBJETO O SUJETO DE LA CULTURA?





Mariano Azuela

En las primeras décadas del siglo, para la literatura latinoamericana, lo popular es, sobre todo en la novela realista, la zona profunda y tormentosa que representa, sucesiva o alternativamente, la "esencia" y la "herencia atávica" a la que necesitan responder los escritores para traicionarse, para responder en algo al dolor y la esperanza de sus colectividades (esta prosa no es mía). Dígase lo que se diga, lo popular es un concepto despiadado y tragico en la novela de la Revolución Mexicana; en la obra excepcional de Mariano Azuela, especialmente Los de abajo, y también Los caciques, o en la serie de novelas que le dan forma a una idea épica y antiépica, desmesurada y profética de América Latina. Los peones, las mujeres enlutadas, los parias urbanos, los campesinos olvidados, los empleaditos mal vestidos y anhelantes, las prostitutas siempre dispuestas a entregar su corazón a cambio de la sífilis, los curas de las aldeas perdidas con su absoluciones a cuestas, los escribientes corruptos, toda esa suma de personajes aparecen testiticando simbólica y arquetípicamente por el conjunto de seres anonimos o de nombres emblemáticos, que también se designa como pueblo, en los libros de Rómulo Gallegos, Jorge Icaza, Arturo Uslar Pietri, Ciro Alegría, Roberto Arlt, Rafael F. Muñoz. Lo popular, aquello que no puede evitar serlo, lo propio de esas masas sin futuro concebible, actúa en las novelas como lo que nadie consigue olvidar o precisar: la furia del mar en movimiento que luego se disipa sin dejar huella notoria, para recomenzar infinitamente. Lo popular son tipos, situaciones, personajes inolvidables —muchas veces en el estilo de Reader’s Digest—, el cerco rumoroso que va constituyendo a cada escritor, en cuanto a la integración de ese famoso y a veces lamentable mito del "ser nacional’’.



En poesía, la situación es diferente. Quien registre lo popular se sabe enviado de antemano al limbo extraliterario del costumbrismo, lo que está muy bien siempre y cuando no se tengan pretensiones creativas; y en el ámbito mismo de quienes escriben para los grandes sectores se observan los procedimientos de los poetas modernistas —es el caso de Agustín Lara— y se les asimila para crear la nueva e inclasificable "poesía popular. Así como el danzón es la reconstrucción de la elegancia desde las márgenes de la semiesclavitud, la canción romántica es la apropiación y reelaboración de la "sensibilidad espiritual" que se les atribuye a las clases dominantes, de los cultos, y el tango es el experimento idiomático que asume un legado tremendista y lo condimenta para probar su genuino sabor popular.

La narrativa urbana que surge entre los años 30 y 50, no dispone ya de las antiguas "convicciones telúricas", pero en muy buena medida y por una implacable operacion de ideas y de creencias, se sigue identificando a lo popular con las nociones del "destino impuesto, que incluyen en primerísimo término, para quienes habiten esas clases, a la tragedia, la frustración y la represión sexual. Lo popular, en una vasta serie de novelas que van de Adán Buenos Aires de Leopoldo Marechal, a La región más transparente de Carlos Fuentes, es un paisaje fatalista donde los seres quizas sean intercambiables pero en donde no se alteran las señales totémicas, un lenguaje percibido desde el exterior como vivacidad sin propósito ni elaboración, una percepción de la ciudad como la depositaria de los procedimientos exterminadores que antes yacían sólo en la naturaleza, una seguridad de que la vida en los grandes hacinamientos urbanos es el eterno retorno, empezar sin llegar nunca, evolucionar sin moverse de su sitio), una vision del campo como el espacio donde lo popular se mantiene en estado de pureza y fiereza.



En el fondo, se libra una feroz batalla cultural, en donde un sector intenta retener lo popular en su sitio, arrinconado y polvoso, y otro se dedica a recrear — "reflejar" se decía antes— la conducta que es sello de autenticidad y originalidad (si capto lo genuino del pueblo, redimo a éste de su invisibilidad y le otorgo a mi producción el sello de lo infalsificable). Inevitablemente, los adversarios y los partidarios de lo popular, comparten convicciones y nociones categóricas: el pueblo es lo otro, lo ajeno, lo opuesto o lo cercano por apropiación. Es aquello que siempre está fuera del hecho cultural y literario; lo popular es lo que no puede vivir nunca nadie que escriba, sino recrear; lo que se desprecia o reivindica, lo nunca conocido, o el punto de partida sólo apresable por la evocación; en todo caso, la entidad carente de conciencia de sí o la conciencia usurpada y arrinconada.



LO POPULAR EN UNA DEMOCRACIA CONFUNDIDA





Agustín Lara

El desarrollo de las repúblicas latinoamericanas está en el fondo íntimamente vinculado a las peripecias de la idea de lo popular, y si la democracia es tan claramente un sueño abolido, una aspiración formal en la que poquísimos creen, es en gran medida porque, incluso en los propios sectores progresistas, lo popular es el otro gran peso muerto (el primero es el indígena) que impide la clarificación del progreso. En la literatura del siglo XIX el pueblo es lo anónimo, lo pintoresco, o lo densa y oscuramente simbólico y es siempre el paisaje que carece de nombre. En la primera mitad del siglo XX, la imgen se va precisando, sobre todo a cuenta de esa rebeldía que se condena estremecedoramente al suplicio, al sacrificio y al olvido. En la novela de la Revolución Mexicana, por ejemplo, el pueblo aparece para ser devorado por las fuerzas que lo exceden, lo elevan un instante y después lo aplastan sin remedio. "Jugué mi corazón al azar y me lo ganó la violencia", declara Arturo Cova en La vorágine. Los personajes populares son ganados por la violencia pero carecen de la dicha del albedrío. De tener corazón, ya éste habrá sido arrendado previamente por el azar.



Frente a lo popular. en esas primeras décadas del siglo, hay dos estrategias de acercamiento: la que desea rescatar el habla de los ignorantes y miserables para ofrecerla como prueba de su candor e indefensión. (Ejemplo: las novelas realistas en México, Bolivia, Ecuador. Centroamérica). La segunda, se propone registrar lo que sucede en el vulgo, reservándose, para tratarlo, el derecho de un lenguaje clásico que marque la diferencia. Un ejemplo nítido: el hermoso libro de crónicas de Martin Luis Guzmán., El águila y la serpiente, de 1928, sobre los años de la Revolución Mexicana de 1910 a 1915, donde los acontecimientos más extremos, las turbas revolucionarias en las calles en plena ebriedad matándose entre sí, la matanza de 300 prisioneros a cargo de un solo lugarteniente de Villa. los fusilamientos, la invasion de los bárbaros al Palacio Nacional, todo esto narrado con un idioma culto pleno de referencias librescas, de alusiones mitológicas, en donde en la balacera de pronto surge Anteo o se vislumbra a Venus, de vivificación notable de esa pesadilla de nuestros países: la retórica neoclásica. Dos ejemplos más, el primero ya un tanto raído, el segundo todavia esplendente: El señor presidente de Miguel Ángel Asturias, y El Siglo de las Luces de Alejo Carpentier, donde se narran conflagraciones históricas y populares en un idioma marmóreo, "burilado" como se decía antes.



EL CINE Y LA CULTURA POPULAR URBANA





Miguel Angel Asturias

La modernización industrial y el proceso de actualización cultural de América Latina determinan, en altísimo grado, el cambio en la percepción de lo popular. ¿Cómo pasar por alto a esas masas que se convierten en el panorama más ostentoso de las ciudades? ¿Cómo seguir calificándolas simplemente como lo enterrado, lo que no tiene remedio, lo que impide que progresemos? Como muro de protección, en los medios académicos, intelectuales y oficiales, se rehabilita y se implanta la distinción entre la alta cultura y la cultura popular y se vilipendian los productos ostensiblemente dedicados a esta última en el ámbito urbano: películas, comics, revistas, radionovelas. Los gobiernos sólo aceptan como cultura popular a la rural-indígena. Lo otro, lo que surge en las colonias populares de las grandes ciudades, es la abyección, a la que se prestan, precisamente por su falta de cultura, los modos de vida abyectos.



Las escasas tentativas por rescatar lo marginal y darle vida literaria caen con enorme frecuencia en el miserabilismo: anécdotas tristes, de seres que lloran sabiéndose pobres, personajes de primitivismo interminable, melodramas del siglo XIX transplantados a escenografías de pobreza cinematográfica. ¿Cómo puede haber rayos de esperanza en esos seriales, llenos de lodo y enfermedades venéreas y analfabetismo y escasisima conciencia de sí?



La gran influencia de manifestaciones de industria cultural, pensadas desde las clases medias para los sectores populares, todavía no tienen registro en la literatura latinoamericana de los años 50. Sin duda, el fenómeno cultural, en el sentido amplio —antropológico— de este término, que afecta más profundamente la vida de México en los años 30 y 40 —y me atrevo a extender esto a toda América Latina—, es el cine, que elige, perfecciona y destruye por dentro muchísimas de las tradiciones que se creían inamovibles, crea modelos de conducta, encumbra ídolos a modo) de interminables espejos comunitarios, fija sonidos populares y decreta la sucesión de idiolectos o hablas que de inmediato se declaran genuinas. Todo esto, sin embargo, no se acepta públicamente por la cultura oficial. La radio, el cine, la historieta (con sus falsificaciones de la vida de los de abajo, que tanto influirán en el desarrollo mismo de la mentalidad de las mayorías) no son registrados por una literatura todavía atenta a esta división sacra y reñidora entre la alta cultura y lo popular.



NACE UN NUEVO SANTORAL





Carlos Fuentes

Con discreción, y en medio de pronunciamientos contradictorios, Borges usa el malevaje, el tango, la milonga y los entreveros en sus disquisiciones y ficciones. Pero será la década de los sesentas la que continúe un proceso que ya el siglo XIX vivió sin extraer bastantes conclusiones: el de la continuidad forzada entre los gustos y predilecciones de las distintas clases sociales; el que, de hecho, hay más posibilidades de una sola cultura unificadora en América Latina de las que se piensan. En 1958, Fuentes, en La región más transparente, hace buen uso de los macro y microcosmos de John Dos Passos, y presenta a la ciudad entera con sus choferes, putas, millonarios y poetas, como un solo y continuado fenómeno de cultura popular. Pero es el cubano Guillermo Cabrera Infante quien, de hecho y en rigor, origina un género y un método aproximativo a este fenómeno de disipación de fronteras entre el espectáculo y la vida cotidiana, entre la telenovela y las sensaciones de seguridad psicológica dentro y fuera de la familia, entre el ídolo de la pantalla o de los discos y el santoral laico. Cabrera Infante es el más diestro intérprete de una sensación difusa: en la era de la tecnología, los santos, las vírgenes y las apariciones milagrosas dependerán de pantallas grandes y chicas, de casetes, de discos, de conciertos en escenarios debidamente iluminados y sonorizados, de posters y miniposters en revistas que ciertamente circulan más que las literarias, de autógrafos exigidos con el premio de los alaridos, de giras relámpago en auditorios pletóricos de jovencitas que lloran en, antes y después de cada canción. En el santoral laico, donde dice María Goretti, o María Egipciaca, debería decir secularización, destacando la enorme causa de los sufrimientos teatralizados, de las ilusiones a veces ni siquiera verbalizadas, de las catarsis a domicilio, de los actos sexuales cumplidos en un grito o una lágrima. Santoral alimentado por escuelas de manejo corporal y de cuidado del aspecto físico. De modo experimental, en medio de la complacencia en la tradición barroca de Cuba, Cabrera Infante inaugura esta etapa de nuevas creencias religiosas, seculares, que no tan de tarde en tarde alcanzaran el nivel místico. Un ama de casa que ve todos los capítulos del Derecho de nacer, o de Simplemente María, en esta perspectiva valdría tanto como santa Teresa de Jesús.



APARECEN LOS IDOLOS POPULARES





Alejo Carpentier

En Tres tristes tigres Cabrera Infante hace ese infaltable capítulo de la educación sentimental de América Latina: la canción romántica. En la secuencia intitulada "Ella cantaba boleros", la fuerza de convicción del bolero, su modo de enterarnos de lo que pensamos y de proporcionarnos las palabras exactas en el momento de expresar lo que sentimos, accede a otro nivel, y la cantante, en la novela estrella, especie de deidad furiosamente obesa y desbordada, es el símbolo no sólo de Freddy, el personaje real en el que se fundamenta el Freddy literario, sino de todas las mujeres que filtran emociones, legalizan desenfrenos, conducen la pasión por las vías institucionales del disco, la rockola, la radio.



Descubierto este nuevo terreno de lo popular, muchos se dedican a canonizarlo a su manera. Pero ni la crítica ni la academia ceden y por lo pronto todavía faltará, para que se vea la imposibilidad de separar, en América Latina, la alta cultura de la cultura popular, para que se vea el modo en que se ha inventado a cada una de estas entidades. Lo que sigue es una serie de intentos, de muy variado orden y de muy distinta calidad, pero todos ellos unificados por el deseo de darle cabida a lo que siempre se ha vivido y lo que siempre ha estado presente como influencia directa en la conducta personal. De ellos destaco algunos: Severo Sarduy, por ejemplo, parodia, en el libro De dónde son los cantantes, el ámbito, estrictamente musicalizado, de los travestis habaneros, y Carlos Fuentes en Zona sagrada intenta apresar el fluir divinizado de María Félix, la estrella cuyo mito es la precisa conjunción de un rostro excepcional y una voluntad de escándalo cuyo centro es el escándalo mayor de todos: la resistencia al tiempo. María Félix es hermosa, ha sido hermosa y morirá hermosa. (Desde mi punto de vista, Fuentes no acierta ni en Zona sagrada ni en Orquídeas a la luz de la luna, la obra de teatro donde dialogan viejas que creen ser María Félix y Dolores del Río sin darse cuenta de que son María y Dolores, sin percatarse de que jamás nadie, ni ellas mismas, podrán ser Dolores y María... Hay demasiada premeditación en ese relato del mito perfectamente consciente de que cada uno de sus movimientos merece la atención de Robert Graves o Mircea Eliade; falla la dialéctica del diálogo agresivo y cruel de dos mujeres para quienes todo, excepto la perdurabilidad, les ha sido negado.





Manuel Puig

Es el argentino Manuel Puig quien acierta con la fórmula tanto literaria como de atracción de lectores, y vincula una experiencia de todos con el prestigio cultural que se le negaba a esa vivencia unánime. Las dos primeras novelas de Puig, Boquitas pintadas y La traicion de Rita Hayworth, también de los años sesenta, se apxoximan con malicia cinegética al lenguaje de la simplicidad y la debilidad amorosas, a las frases hechas de las canciones y los diálogos de cine y radionovelas, a la indudable cursilería que, de tan acumulada, quiere decir otra cosa. Puig representa también la universalidad de esa cultura cinematográfica y las interminables maneras de nacionalizar ídolos y lecciones de Hollywood, esa patria feliz de todos los solitarios reales e ideales.. En Salta o en Boyacá, o en Ivapueto o en León, el rostro femenino se agiganta en la pantalla, se vuelve algo más que un rostro, algo más que un sueño, y Rita Hayworth, Ginger Rogers, Bette Davis. Marlene Dietrich, Greta Garbo son las figuras incesantes que le dan vida a la nueva imagen de la femineidad como utopía social, las figuras devastadoras que unen los delirios plácidos de una generación con el proceso forzado de modernización de pueblos y ciudades.



Ah, la Rita; Ah, la Greta; Ah, la Joan Crawford; Puig en estas dos novelas reitera la moraleja indiscutible que en las décadas siguientes se volverá lugar común: Nosotros, espectadores y lectores, ya no venimos de la selva o de la sabana, ya no venimos de la jungla de asfalto, ya no venimos de las tradiciones quebrantadas por el capitalismo. Venimos de películas pesimas y gloriosas, de contrarrestar la irrealidad de nuestras vidas con la severa realidad de estos galerones oscuros, de afianzar nuestra visión del mundo sobre imágenes, y la respuesta de los lectores ante Tres tristes tigres o La traición de Rita Hayworth, prueba no únicamente la universalidad del cine, sino la conversión de la tecnología en algo a la vez sagrado y profano.



No hay distancias entre lo que se ve y lo que se vive. En 1916, los revolucionarios mexicanos les disparaban a los noticieros donde salían sus adversarios, con la ambición de liquidarlos físicamente, y las empresas de películas de acción debían asegurarles a los espectadores que no corrían riesgos físicos. En 1936 la multitud enfurecida intenta linchar a una actriz que interpreta a una villana, al terminar la premiére. En 1983 las mujeres se dirigen a actores y actrices de telenovela como si fuesen estrictamente los personajes que interpretan.



Ruedan al mismo tiempo otros procesos paralelos: el auge de las clases medias, el crecimiento general del nivel de instrucción y las diversas convicciornes de autonomía política y cultural que se resumen tan mal en mitos cultuales como el de la búsqueda de la identidad, ayudaron notablemente a la expansión del mercado de lectores, el llamado boom: cientos de cientos de miles de ejemplares vendidos de Cien años de soledad, Rayuela, La guerra del tiempo, La muerte de Artemio Cruz, Boquitas pintadas, Pedro Páramo, Ficciones, El Aleph, La ciudad y los perros, Conversación en la catedral, El astillero, Juntacadáveres... La lista es larga, culminando actualmente en el millón de ejemplares de Crónica de una muerte anunciada.





Los Beatles



ROCK, SALSA Y LA BÚSQUEDA DE UN NUEVO PASADO CULTURAL



Por otro lado, la transculturación, que es más y es menos, reclama sus derechos y el rock es parte de una demanda generacional que incluye liberación sexual, drogas, hartazgo de la tradición pomposa y vacua, apropiación de la literatura norteamericana. Aparece una literatura que en México lleva el buen y el mal nombre de "la onda", y que de un modo u otro se dará en distintos países. Son los seguidores fanáticos de Bob Dylan, los Rolling Stones, los Beatles, The Who, Janis Joplin, Jimy Hendrix, los Doors, James Brown, Chuck Berry, The Band, los ídolos complementarios de Hollywood. Las visiones alteradas y convulsas y extraordinarias que rompen con rapidez esquemas mentales que habían sobrevivido a todo y muestran la unidad y la diversidad de las culturas latinoamericanas en relación con su metrópoli, impuestas gracias a dictadores y transnacionales... y estímulos culturales sin los cuales en América Latina o en casi todas partes del mundo se consiguen las sensaciones de internacionalismo.





Jimmy Hendrix

Las novelas donde el rock es atmósfera y destino son también exhibiciones de la vitalidad del ídolo como elemento de aglutinación y definición existencial, del ídolo como paradigma sin el cual se puede entender la realidad, pero no se la puede vivir de modo enriquecido. José Agustín en México, o Andrés Caicedo, de modo breve, en Colombia son autores que a diferencia de la generación anterior, centrada en la identificación cultural de literatura y cine, quieren darle a su prosa las cualidades rapsódicas de Dylan en Brown in the Wind o Lay, Lay Lay, el acento crispado y semibílico de los Stones en Sympathy for the Devil o Street Fighting Man;el mensaje de profecía críptica o de poesía anterior o posterior a su tiempo de los Beatles en Abbey Road o Sargeant Pepper. Ante la audacia de este asalto al cielo del tradicionalismo, efectuado por decenas de miles en toda América Latina, los consenvadores protestan, la izquierda regaña... y luego) todo se equilibra y combina.



"Con el tumbao que tienen Ios guapos al caminar", para qué insistir en las diferencias entre alta cultura y cultura popular, todas desintegradoras, igualmente fantásticas y opresivas. Por más que la moda de la cultura popular sacuda a los medios académicos, en el terreno de los hechos se debilitan considerablemente el terrorismo que calificaba una producción por su tema, y el terrorismo que creía ser el único autorizado para interpretar y representar al pueblo. En la década de los ochentas, luego de fracasos sangrientos, de tímidas y esperanzadoras recomposiciones, en algunos países en medio de una crisis económica absolutamente unánime, América Latina es un ámbito sorprendente unificado gracias a lo vivido en los últimos veinte años. Gracias a los desastres históricos, la ofensiva de los medios masivos, la intercomunicación creciente y las experiencias culturales compartidas. Y gracias a la interrelación de la industria cultural y la creación literaria: de la vida de los ídolos como temática cultural.





José Alfredo Jiménez

Dentro de este proyecto de unificación que rechaza el terrorismo de uno y otro lado, tiene mucha importancia la recuperación y la invención del sonido popular cubano, tal como lo expresan el cubano Cabrera Infante, los mexicanos Ricardo Garibay, en Las glorias del gran Púas, y Elena Poniatowska en Hasta no verte Jesús mío, la crónica de una mujer que vive la revolución para terminar aislada por la miseria y la ignorancia; o el argentino Ricardo Piglia. También interesa la destrucción del lenguaje-cárcel, de la oratoria forense patriótica y cívica que lleva a cabo, entre otros, Jorge Ibargüengoitia en Los relámpagos de agosto, en donde gran parte del chiste de la novela consiste en que está escrita como si fuera un orador típico de la revolución, y es el lector el que tiene que poner la soma, la sátira, el enfado que deposita clandestinamente Ibargüengoitia para que el lector lo recupere y lo atribuya.



Y para la captación del sonido, nada mejor que el ritmo sinuoso de los ídolos de la canción. Así el puertorriqueño Luis Rafael Sánchez en la La guaracha del macho Camacho se propone una visión del habla de su país, a través de la combinación de la retórica neoclásica y la rumba, del exhorto a los patricios beneméritos y las recurrencias "chéveres" cuando ejemplos como el de Un hombre llamado Daniel Santos, de Luis Rafael Sánchez, logran ser más explícitos. La experiencia de un hombre como todos, igualmente adultero e irresponsable, al que la calidad de su voz transfigura y convierte en emisor y creador de modos de vida y presentimientos eróticos, es una experiencia absolutamente definitiva. Casi simultáneamente publican Umberto Valverde su libro sobre Celia Cruz (Reina Rumba) y Héctor Mujica, en Venezuela, Las confesiones del Anacobero Daniel Santos.





Daniel Santos

Esto no sólo tiene que ver con el éxito de la salsa, que Pedro Navaja lleva a su triunfal desmesura, sino con la necesidad de establecer un pasado, un nuevo pasado de la cultura latinoamericana, equidistante de la alta cultura y la cultura popular original, que sea al mismo tiempo evocación textual y fantasía, realismo capitalista y utopía comunitaria.



En México en el siglo XX nada ni nadie desplaza a Agustín Lara ni a José Alfredo Jiménez, como en Argentina nada desplaza a Gardel. Han sido respuestas únicas al tema y al problema de la expresividad popular; Lara, por ejemplo, conjunta la poesía modernista y la Injuria vencida de las amas de casa, el afán de espiritualidad y la obsesión de la carne, la ambición de poseer una elegancia verbal y el arrojo para desempeñarse en la más atroz cursilería. José Alfredo es la versión de la poesía de quienes no han leído poesía pero aman las imágenes retenidas en el inconsciente colectivo, es el desafío desde la derrota y es la autodestrucción asumida como la única hazaña al alcance de la mano de estos marginados. Por esas y otras razones perduran, y por eso son ídolos examinados, desmitificados, sacralizados, vueltos y revueltos por una abundante literatura. (Un ejemplo de este impulso de reelaboración cultural de la nueva visión de los vencidos en José Alfredo: la novela Pero sigo siendo el rey del colombiano David Sánchez Juliao).



LA OTRA CARA DE LOS MEDIOS DE COMUNICACIÓN





Rubén Blades

Lo que fue industria del espectáculo, simple y llanamente, hoy es un sedimento que liga inexplicahlemente varias instancias: en la época del videocasete, los satélites, el disco y la video music, los walk-man, los supershows, se produce una reconciliación subterránea entre formas literarias, experimentales o no, e ídolos de la vida popular. Esto, sin duda, es una moda y como tal se extinguirá entre oportunismos, imitaciones, declamaciones populistas, reducción de letras de boleros a tratados filosóficos, poesía prefabricada, nueva concepción mecánica del pueblo. Pero también, insisto, ha demostrado la falacia de insistir en una órbita literaria y cultural totalmente escindida y "pura". Eso es imposihle al aguardar la telenovela de moda y la seguridad del desempleo. Los ídolos (quienes verdaderamente lo han sido), más allá de las promociones eje la industria provienen de un sólido contrato social mediante el cual una de las partes accede a interpretar y dotar de moldes clásicos a deseos y obsesiones. y la otra parte se compromete a reproducir y desvirtuar creativamente, en su esfera de mínimo dominio, los modelos que se le ofrecen. Eso ha sido manipulación y enajenación; también ha sido experiencia infalsificable y recuperadora de millones de latinoamericanos que en años recientes la literatura ha querido reinterpretar y fijar.



No hay conclusiones a la vista. Quizás sólo que los mitos y leyendas populares han terminado eludiendo la vigilancia inquisitorial de los prejuicios culturales. "La vida nos da sorpresas, sorpresas nos da la vida".



* Carlos Monsiváis presentó este trabajo en Medellín durante el pasado ENCUENTRO HISPANOAMERICANO DE LA CULTURA La memoria de esta reunión sera publicada proximamente por el Banco de la República.
Calle 11 # 4 - 14, teléfono: (571) 343 12 12, fax: (571) 286 35 51, Código postal: 12362 Bogotá - Colombia
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La Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República es la responsable del desarrollo y mantenimiento de www.lablaa.org






Carlos Monsivais





Escritor, poeta, periodista, crítico, activista,político, mexicano, que nació y vivió en el D.F. y que acaba de fallecer este sabado 19 de junio 2010.
El escritor mexicano Carlos Monsiváis falleció este sábado a las 13:48 horas en el área de terapia intensiva del Instituto Nacional de Ciencias Médicas y Nutrición "Salvador Zubirán", por insuficiencia respiratoria, informó la Secretaría de Salud en un comunicado.

Desde el pasado 2 de abril, el autor de "Amor perdido" ingresó a este centro hospitalario para recibir tratamiento; sin embargo, en las últimas semanas su estado de salud se complicó.

Carlos Monsiváis Aceves nació en Ciudad de México el 4 de mayo de 1938. Crítico e irónico, el autor fue según el poeta José Emilio Pacheco, el único escritor "que la gente reconoce en la calle".

Considerado un gran cronista de la vida cotidiana de los mexicanos, del arte y de sus personajes populares, escribió multitud de ensayos, un libro de fábulas, asi como biografías de personajes que han dejado huella en la vida mexicana como Salvador Novo.

Estudió en la Facultad de Economía y en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), fue uno de los participantes del movimiento estudiantil de 1968 que, según los mexicanos, abrió una puerta a la democracia.

Con un trabajo diario en la prensa escrita y en la televisión, así como en foros públicos, Monsiváis fue uno de los grandes difusores de la cultura mexicana.

El escritor fue sido distinguido con numerosos premios, entre ellos el Príncipe Claus que otorga Holanda (1998), la medalla Gabriela Mistral que entrega Chile (2001) y el Premio FIL de Literatura de Guadalajara (antes Premio de

Literatura Latinoamericana y del Caribe Juan Rulfo) de 2006, así como con un Doctorado Honoris Causa de la Universidad de Arizona (2006).

vsg.

Carlos Monsiváis Aceves nació en Ciudad de México el 4 de mayo de 1938. Crítico e irónico, el autor fue según el poeta José Emilio Pacheco, el único escritor "que la gente reconoce en la calle".

Considerado un gran cronista de la vida cotidiana de los mexicanos, del arte y de sus personajes populares, escribió multitud de ensayos, un libro de fábulas, asi como biografías de personajes que han dejado huella en la vida mexicana como Salvador Novo.

Pese al hermetismo de sus familiares, la Secretaría de Salud había informado que Monsiváis fue hospitalizado en terapia intensiva de dicho nosocomio desde el pasado 2 de abril, tras haber presentado problemas respiratorios.

Fue en esta sala, donde el cronista y analista político, recibió tratamiento médico, pero se reportó que su padecimiento había observado algunas complicaciones que lo llevaron a su deceso esta tarde.

El autor de "A ustedes les consta" y "Días de guardar" , fue considerado como uno de los más destacados cronistas de la vida cotidiana de los mexicanos, del arte y de sus personajes populares.

Su capacidad crítica, su estatura intelectual y su peculiaridad estilística lo han convertido en una de las voces más reconocibles del panorama cultural hispano.

El escritor mexicano Adolfo Castañon, lo ha considerado como "el último escritor público en México" , ya que no sólo cualquier mexicano lo ha escuchado o leído, sino que todos fueron capaces de reconocerlo en la calle.

Podría decirse que se trata del padre de la crónica moderna en México, cuyas innovaciones técnicas y la diversidad de registro que pueden observarse en sus textos cambiaron la faz de este género periodístico de manera tal que ningún cronista mexicano posterior a él, está exento de su influencia. Su potencia creativa que le otorgó a la crónica le permitió que se le considere no sólo un subgénero o género menor.

mdp

domingo, 20 de junio de 2010

Wim Mertens "Often a bird"



Simplemente maravilloso,hace algún tiempo tuve la suerte y privilegio de verlo tocar en el Festival Cervantino de Guanajuato, Mex. y de obtener un autógrafo , fué realmente hipnótico. me dejo un gozo enorme en el corazón. aún siento esto, cuando pienso en esto.

Wim Mertens



El gran músico belga, de gran sensibilidad, Maravilloso

domingo, 6 de junio de 2010

Espiritualidad

Musica de : Thomas Otten "Espiritu"

La diferencia entre religión y espiritualidad

La diferencia entre religión y espiritualidad


La religión no es solo una, sino cientos                         
La espiritualidad es una.
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 La religión es para los dormidos.                                
La espiritualidad es para los despiertos.
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 La religión es para aquellos que necesitan  que alguien más les diga qué hacer;                             
quieren ser guiados.

La espiritualidad es para los que prestan oídos a su voz interior.

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La religión tiene un conjunto de reglas                         dogmáticas.                                                                   .

La espiritualidad te invita a razonarlo todo a cuestionarlo todo

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 La religión amenaza y amedrenta.     
                        
La espiritualidad te da paz interior.
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 La religión habla de pecado y de culpa.                    

La espiritualidad te dice levántate y aprende del error.
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La religión lo reprime todo, te vuelve falso.                 

La espiritualidad lo trasciende todo,  te hace verdadero.
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La religión no es Dios.                                                

La espiritualidad es el TODO y por lo tanto es Dios.
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La religión inventa.                                                     

La espiritualidad descubre.
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La religión no indaga ni cuestiona.                                

La espiritualidad lo cuestiona todo.
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 La religión es humana, es una organización                  .
con reglas.

La espiritualidad es DIVINA, SIN reglas
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 La religión es causa de división.                                  

La espiritualidad es causa de unión.
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La religión te busca para que creas.                             

La espiritualidad la tienes que buscar tú.
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La religión sigue los preceptos  de un libro sagrado.         
         
La espiritualidad busca lo sagrado  en todos los libros.
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 La religión se alimenta del miedo.                                

La espiritualidad se alimenta de la confianza.
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La religión te hace vivir en el pensamiento.                   

La espiritualidad te hace vivir en la consciencia.
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La religión se ocupa del hacer.                                     

La espiritualidad se ocupa del SER.
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La religión te alimenta el ego.                                     

La espiritualidad te hace trascenderlo.
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La religión te hace renunciar al mundo.                        

La espiritualidad te hace vivir en Dios, no renunciar a Él.
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La religión es adoración.                                            

La espiritualidad es meditación.
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La religión sueña con la gloria y el paraíso.      
           
La espiritualidad te hace vivirlo aquí y ahora.
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La religión vive en el pasado y en el futuro.                  

La espiritualidad vive en el presente.
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La religión es un encierro en tu memoria.                      

La espiritualidad es LIBERTAD en CONSCIENCIA.
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La religión cree en la vida eterna.                                   

La espiritualidad te hace consciente de ella.
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La religión te da ( promesas ) para                                  .
después de la muerte.

La espiritualidad es encontrar a Dios en tu interior
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desconozco el autor

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