domingo, 2 de mayo de 2010

El séptimo sello 1957 (Ingmar Bergman)



Det Sjunde inseglet



(El Séptimo Sello-1957)

Por Sara Rodríguez Mata



El miedo nos hace buscar una imagen salvadora y esa imagen es Dios.

El universo cinematográfico de Bergman es uno de los más complicados. Sus películas son ejercicios de pura introspección, en los que el director sueco plantea cuestiones y reflexiones que no sólo le afectan a él como ser humano sino que son temas universales que todas las personas nos hemos planteado en algún momento de nuestra vida. Desde muy temprano fue conocido en Europa como un "autor complicado, atormentado y oscuro". Su cine -salvo contadas excepciones- se preocupa por tratar problemas humanos como la soledad, la incomprensión de la pareja, el final de la vida (el hombre ante la muerte), la existencia de Dios…


Beng Ekerot (la Parca) y Max Von Sydow (el Caballero Cruzado): El Séptimo Sello

Como no podía ser menos, la muerte y todos los interrogantes que lleva consigo es la gran pregunta que religiosos y ateos pretenden responder. ¿A dónde vamos cuando morimos? ¿Qué hay más allá de la muerte? Estas preguntas torturan la mente del caballero Antonius Block (Max Von Sydow), quien a la vuelta de las cruzadas se encuentra con una Suecia asolada por la peste, y La Muerte que lo espera… Con la intención de alargar el tiempo de vida y encontrar un sentido a lo que ha sido su existencia, el joven caballero reta a La Muerte a jugar una partida de ajedrez: si gana, ésta lo dejará irse; pero si pierde, lo llevará consigo.



El título de esta obra moral de Ingmar Bergman -extraído de su propia obra teatral Pintura en madera- fue tomado del libro del Apocalipsis de San Juan. "Pintura en madera" fue una obra dramática que escribió para trabajar con sus alumnos de interpretación. Bergman -que en esta obra aludió a las pinturas medievales que trataban la danza de la muerte y los días del Apocalipsis- recuerda que escucha de fondo, para inspirarse, Carmina Burana de Carl Orff. De su faceta como director teatral surgió, por tanto, esta película.



En palabras del propio director, esta película surgió «contemplando los motivos de pinturas medievales: los juglares, la peste, los flagelantes, la muerte que juega al ajedrez, las hogueras para quemar a las brujas y las Cruzadas. Esta película no pretende ser una imagen realista de Suecia en la Edad Media. Es un intento de poesía moderna, que traduce las experiencias vitales de un hombre moderno en una forma que trata muy libremente los hechos medievales. En el Medioevo los hombres vivían en el temor de la peste. Hoy viven en el temor de la bomba atómica. El séptimo sello es una alegoría con un tema muy sencillo: el hombre, su eterna búsqueda de Dios y la muerte como única certidumbre».



Es cierto, esta película está en plena vigencia: los protagonistas son unos cruzados que vuelven de la guerra a un mundo atacado por el terror, la peste, la angustia permanente de la muerte…Hoy, en pleno siglo XXI, la gente sigue sintiendo terror a las guerras, al exilio, al dolor, y también hay soldados que vuelven de las guerras, que se confunden en el anonimato –si pueden- o se quedan trastornados para siempre.

Aunque Sonrisas de una noche de verano (Sommarnattens Leende, 1955) le hizo internacionalmente conocido, no es sino a partir de El séptimo sello, cuando el nombre de Ingmar Bergman aparece en todos los países como el de un autor de peso. Esta película se revelaba como uno de los títulos míticos de la década, ratificando a su autor como uno de los más originales del panorama mundial.

Si bien El séptimo sello triunfó por la originalidad de su argumento, era, en realidad, la muestra de madurez de un estilo edificado a lo largo de once años. En los dieciséis films anteriores, Bergman tuvo la ocasión de ensayar sus obsesiones, planteando respuestas estéticas adecuadas.

El film de 1957 es en blanco y negro, lo que hace mucho más interesante el juego simbólico de todos los elementos que componen esta magistral obra. El negro (la muerte) contrasta con el blanco que caracteriza a los elementos más puros y nobles: los caballeros (negro), los juglares, el niño pequeño y el joven matrimonio (blanco). También el tablero de ajedrez y con sus fichas blancas y negras intensifican la relación entre el blanco y negro, la vida y la muerte.



Asimismo, La Muerte -que es un hombre- se nos presenta como algo terrenal, que afecta al cuerpo, pero no al alma… El cuerpo es el que muere, se deshace poco a poco hasta convertirse en polvo; pero ¿y el alma? ¿Qué sucede con esa energía?



Dios aparece enunciado y puesto a prueba en esta película y en Fresas salvajes (Smultronstället, 1957). La relación entre ambas películas es profunda pues en ambas un hombre se descubre a sí mismo, así como el sentido o el absurdo de la vida.



Hemos dicho que este film está cargado de símbolos y alegorías; analicémoslos. El caballero y su escudero, son dos personajes antagónicos. Diremos que se contraponen y se complementan. El caballero está preocupado por encontrar a Dios, por saber qué hay detrás de la muerte, quiere estar preparado para ese momento; por el contrario, su escudero es más terrenal, quiere vivir la vida y disfrutar.

Algo que no deja indiferente al espectador y que le hace pensar son los nombres del matrimonio de juglares: simbólicos son Jöf (José), Mia (María) y Mikael (Miguel).

La capacidad para dotar de volumen a los ambientes es, en Bergman, muestra de su capacidad para dar respuesta física al mundo de los sentimientos: islas desnudas, espacios erosionados, playas amplias, son espacios habituales del Bergman más intimista.



Otros símbolos dignos de mencionar serían las fresas. Recordemos que Mia le ofrece al caballero que se quede a comer algo; ella le ofrece lo poco que tiene: fresas y leche. Las fresas, elemento recurrente en el universo bergmaniano, significan juventud y erotismo, y contrastan con el peso de la muerte que se cierne sobre todos ellos. Pero las fresas en cada film significan una cosa distinta. Por ejemplo, las fresas que se encuentra el doctor Borg en Fresas salvajes indican que la vida se ha terminado.
Una curiosidad: en el cuenco de leche del que todos beben, no hay leche: hay un fondo de color blanco para dar luminosidad cuando se lo acercan para beber.

Si hay que destacar algo del film es la reflexión que nos muestra al final: sólo la muerte es certera en la vida y
 ella es la única que nos hace iguales. Ricos-pobres, nobles-plebeyos, todos vais a morir y ante ella no existe distinción.

 A raíz de esta película, críticos y aficionados comenzaron a especular con al idea de un Bergman como director de cine religioso. Sin embargo, y a pesar de que la preocupación por la idea de la muerte ocupa una extensa parte de su filmografía, lo que caracteriza al sueco es por tratar la actitud del hombre ante una muerte inevitable que condiciona toda la vida.
Y resulta curioso y paradójico que Bergman, que adquirió una cultura nórdica y por lo tanto, de apariencia laica se sienta obsesionado por cuestiones puramente religiosas como la existencia de Dios o a dónde va el alma cuando morimos. La influencia que ejerció su padre (un pastor luterano) se deja sentir en sus primeras obras de teatro, donde el joven expone sus atormentados conflictos místicos y existencialistas. Y para alimentar esa disputa entre lo racional y lo espiritual, Bergman no hizo otra cosa mejor que empaparse de la obra de filósofos como Heidegger, Kierkegaard, Sastre y Camus, cuyas obras -existencialista, amargas y caóticas- fueron la fuente de la que bebió.
El cine de Bergman es imposible de entender si no se conoce su vida, su infancia y la relación de amor-odio que mantuvo con sus padres, quienes les inculcaron una educación basada en conceptos como el pecado, la confesión, el castigo, el perdón… Y aunque recuerda que fue educado de manera rígida, pero no desprovista de cariño: «Había una carencia de diálogo, y como consecuencia yo vivía en un mundo privado, hecho de sueños».
Ya lo hemos dicho es difícil comprender la obra de Bergman. Además de conocer el ambiente en el que fue criado, se hace necesario contar previamente con una cultura cinematográfica amplia (tanto visual como teórica) para adentrarse en el mundo Bergmaniano. De toda su producción cinematográfica El séptimo sello es la más simbólica porque está llena de alegorías y metáforas que hay que ir desgranado poco a poco.
Sin duda, ésta es una película aconsejable de ver, para los tiempos que corren, en los que los visionarios y fanáticos vuelven a la carga con el Apocalipsis.










1 comentario:

  1. Me parece muy buena la información sobre la película El séptimo sello de Bergman.
    Toca muchos temas existenciales,que al hombre le preocupan siempre.
    Mi felicitación y mi abrazo.
    M.Jesús

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