martes, 6 de abril de 2010

poemas Octavio Paz (2 parte)

Primavera a la Vista



Pulida claridad de piedra diáfana,

lisa frente de estatua sin memoria:

cielo de invierno, espacio reflejado

en otro más profundo y más vacío.



El mar respira apenas, brilla apenas.

Se ha parado la luz entre los árboles,

ejército dormido. Los despierta

el viento con banderas de follajes.



Nace del mar, asalta la colina,

oleaje sin cuerpo que revienta

contra los eucaliptos amarillos

y se derrama en ecos por el llano.



El día abre los ojos y penetra

en una primavera anticipada.

Todo lo que mis manos tocan, vuela.

Está lleno de pájaros el mundo.



…………………………………………….



El Pájaro



En el silencio transparente

el día reposaba:

la transparencia del espacio

era la transparencia del silencio.

La inmóvil luz del cielo sosegaba

el crecimiento de las yerbas.

Los bichos de la tierra, entre las piedras,

bajo la luz idéntica, eran piedras.

El tiempo en el minuto se saciaba.

En la quietud absorta

se consumaba el mediodía.



Y un pájaro cantó, delgada flecha.

Pecho de plata herido vibró el cielo,

se movieron las hojas,

las yerbas despertaron...

Y sentí que la muerte era una flecha

que no se sabe quién dispara

y en un abrir los ojos nos morimos.





………………………………………………………….



La Rama





Canta en la punta del pino

un pájaro detenido,

trémulo, sobre su trino.



Se yergue, flecha, en la rama,

se desvanece entre alas

y en música se derrama.



El pájaro es una astilla

que canta y se quema viva

en una nota amarilla.



Alzo los ojos: no hay nada.

Silencio sobre la rama,

sobre la rama quebrada



……………………………………………………………..



Viento





Cantan las hojas,

bailan las peras en el peral;

gira la rosa,

rosa del viento, no del rosal.

Nubes y nubes

flotan dormidas, algas del aire;

todo el espacio

gira con ellas, fuerza de nadie.



Todo es espacio;

vibra la vara de la amapola

y una desnuda

vuela en el viento lomo de ola.



Nada soy yo,

cuerpo que flota, luz, oleaje;

todo es del viento

y el viento es aire siempre de viaje.



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Elegía Interrumpida



Hoy recuerdo a los muertos de mi casa.

Al primer muerto nunca lo olvidamos,

aunque muera de rayo, tan aprisa

que no alcance la cama ni los óleos.

Oigo el bastón que duda en un peldaño,

el cuerpo que se afianza en un suspiro,

la puerta que se abre, el muerto que entra.

De una puerta a morir hay poco espacio

y apenas queda tiempo de sentarse,

alzar la cara, ver la hora

y enterarse: las ocho y cuarto.



Hoy recuerdo a los muertos de mi casa.

La que murió noche tras noche

y era una larga despedida,

un tren que nunca parte, su agonía.

Codicia de la boca

al hilo de un suspiro suspendida,

ojos que no se cierran y hacen señas

y vagan de la lámpara a mis ojos,

fija mirada que se abraza a otra,

ajena, que se asfixia en el abrazo

y al fin se escapa y ve desde la orilla

cómo se hunde y pierde cuerpo el alma

y no encuentra unos ojos a que asirse...

¿Y me invitó a morir esa mirada?

Quizá morimos sólo porque nadie

quiere morirse con nosotros, nadie

quiere mirarnos a los ojos.



Hoy recuerdo a los muertos de mi casa.

Al que se fue por unas horas

y nadie sabe en qué silencio entró.

De sobremesa, cada noche,

la pausa sin color que da al vacío

o la frase sin fin que cuelga a medias

del hilo de la araña del silencio

abren un corredor para el que vuelve:

suenan sus pasos, sube, se detiene...

Y alguien entre nosotros se levanta

y cierra bien la puerta.

Pero él, allá del otro lado, insiste.

Acecha en cada hueco, en los repliegues,

vaga entre los bostezos, las afueras.

Aunque cerremos puertas, él insiste.



Hoy recuerdo a los muertos de mi casa.

Rostros perdidos en mi frente, rostros

sin ojos, ojos fijos, vaciados,

¿busco en ellos acaso mi secreto,

el dios de sangre que mi sangre mueve,

el dios de yelo, el dios que me devora?

Su silencio es espejo de mi vida,

en mi vida su muerte se prolonga:

soy el error final de sus errores.



Hoy recuerdo a los muertos de mi casa.

El pensamiento disipado, el acto

disipado, los nombres esparcidos

(lagunas, zonas nulas, hoyos

que escarba terca la memoria),

la dispersión de los encuentros,

el yo, su guiño abstracto, compartido

siempre por otro (el mismo) yo, las iras,

el deseo y sus máscaras, la víbora

enterrada, las lentas erosiones,

la espera, el miedo, el acto

y su reverso: en mí se obstinan,

piden comer el pan, la fruta, el cuerpo,

beber el agua que les fue negada.



Pero no hay agua ya, todo está seco,

no sabe el pan, la fruta amarga,

amor domesticado, masticado,

en jaulas de barrotes invisibles

mono onanista y perra amaestrada,

lo que devoras te devora,

tu víctima también es tu verdugo.

Montón de días muertos, arrugados

periódicos, y noches descorchadas

y en el amanecer de párpados hinchados

el gesto con que deshacemos

el nudo corredizo, la corbata,

y ya apagan las luces en la calle

?saluda al sol, araña, no seas rencorosa?

y más muertos que vivos entramos en la cama.



Es un desierto circular el mundo,

el cielo está cerrado y el infierno vacío.



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La Poesía



Llegas, silenciosa, secreta,

y despiertas los furores, los goces,

y esta angustia

que enciende lo que toca

y engendra en cada cosa

una avidez sombría.



El mundo cede y se desploma

como metal al fuego.

Entre mis ruinas me levanto,

solo, desnudo, despojado,

sobre la roca inmensa del silencio,

como un solitario combatiente



Verdad abrasadora,

¿a qué me empujas?

No quiero tu verdad,

tu insensata pregunta.

¿A qué esta lucha estéril?

No es el hombre criatura capaz de contenerte,

avidez que sólo en la sed se sacia,

llama que todos los labios consume,

espíritu que no vive en ninguna forma

mas hace arder todas las formas. contra invisibles huestes.



Subes desde lo más hondo de mí,

desde el centro innombrable de mi ser,

ejército, marea.

Creces, tu sed me ahoga,

expulsando, tiránica,

aquello que no cede

a tu espada frenética.



Ya sólo tú me habitas,

tú, sin nombre, furiosa substancia,

avidez subterránea, delirante.



Golpean mi pecho tus fantasmas,

despiertas a mi tacto,

hielas mi frente,

abres mis ojos.



Percibo el mundo y te toco,

substancia intocable,

unidad de mi alma y de mi cuerpo,

y contemplo el combate que combato

y mis bodas de tierra.



Nublan mis ojos imágenes opuestas,

y a las mismas imágenes

otras, más profundas, las niegan,

ardiente balbuceo,

aguas que anega un agua más oculta y densa.

En su húmeda tiniebla vida y muerte,

quietud y movimiento, son lo mismo.



Insiste, vencedora,

porque tan sólo existo porque existes,

y mi boca y mi lengua se formaron

para decir tan sólo tu existencia

y tus secretas sílabas, palabra

impalpable y despótica,

substancia de mi alma.



Eres tan sólo un sueño,

pero en ti sueña el mundo

y su mudez habla con tus palabras.

Rozo al tocar tu pecho

la eléctrica frontera de la vida,

la tiniebla de sangre

donde pacta la boca cruel y enamorada,

ávida aún de destruir lo que ama

y revivir lo que destruye,

con el mundo, impasible

y siempre idéntico a sí mismo,

porque no se detiene en ninguna forma

ni se demora sobre lo que engendra.



Llévame, solitaria,

llévame entre los sueños,

llévame, madre mía,

despiértame del todo,

hazme soñar tu sueño,

unta mis ojos con aceite,

para que al conocerte me conozca.



…………………………………………………



Repeticiones



El corazón y su redoble iracundo

el obscuro caballo de la sangre

caballo ciego caballo desbocado

el carrousel nocturno la noria del terror

el grito contra el muro y la centella rota

Camino andado

camino desandado

El cuerpo a cuerpo con un pensamiento afilado

la pena que interrogo cada día y no responde

la pena que no se aparta y cada noche me despierta

la pena sin tamaño y sin nombre

el alfiler y el párpado traspasado

el párpado del día mal vivido

la hora manchada la ternura escupida

la risa loca y la puta mentira

la soledad y el mundo

Camino andado

El coso de la sangre y la pica y la rechifla

el sol sobre la herida

sobre las aguas muertas el astro hirsuto

la rabia y su acidez recomida

el pensamiento que se oxida

y la escritura gangrenada

el alba desvivida y el día amordazado

la noche cavilada y su hueso roído

el horror siempre nuevo y siempre repetido

Camino andado

camino desandado

El vaso de agua la pastilla la lengua de estaño

el hormiguero en pleno sueño

cascada negra de la sangre

cascada pétrea de la noche

el peso bruto de la nada

zumbido de motores en la ciudad inmensa

lejos cerca lejos en el suburbio de mi oreja

aparición del ojo y el muro que gesticula

aparición del metro cojo

el puente roto y el ahogado

Camino andado

camino desandado

El pensamiento circular y el circulo de familia

¿qué hice qué hiciste qué hemos hecho?

el laberinto de la culpa sin culpa

el espejo que acusa y el silencio que se gangrena

el día estéril la noche estéril el dolor estéril

la soledad promiscua el mundo despoblado

la sala de espera en donde ya no hay nadie

Camino andado y desandado

la vida se ha ido sin volver el rostro.



………………………………………………………………………………



Entre Irse y Quedarse



Entre irse y quedarse duda el día,

enamorado de su transparencia.



La tarde circular es ya bahía:

en su quieto vaivén se mece el mundo.



Todo es visible y todo es elusivo,

todo está cerca y todo es intocable.



Los papeles, el libro, el vaso, el lápiz

reposan a la sombra de sus nombres.



Latir del tiempo que en mi sien repite

la misma terca sílaba de sangre.



La luz hace del muro indiferente

un espectral teatro de reflejos.



En el centro de un ojo me descubro;

no me mira, me miro en su mirada.



Se disipa el instante. Sin moverme,

yo me quedo y me voy: soy una pausa.



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OCTAVIO PAZ.



(México, 1914-1998)



Inmóvil en la luz, pero danzante,

tu movimiento a la quietud que cría

en la cima del vértigo se alía

deteniendo, no al vuelo, sí al instante.

Luz que no se derrama, ya diamante,

fija en la rotación del mediodía,

sol que no se consume ni se enfría

de cenizas y llama equidistante.

Tu salto es un segundo congelado

que ni apresura el tiempo ni lo mata:

preso en su movimiento ensimismado

tu cuerpo de sí mismo se desata

y cae y se dispersa tu blancura

y vuelves a ser agua y tierra obscura.



Del verdecido júbilo del cielo

luces recobras que la luna pierde

porque la luz de sí misma recuerde

relámpagos y otoños en tu pelo.

El viento bebe viento en su revuelo,

mueve las hojas y su lluvia verde

moja tus hombros, tus espaldas muerde

y te deshuda y quema y vuelve yelo.

Dos barcos de velamen desplegado

tus dos pechos. Tu espalda es un torrente.

Tu vientre es un jardín petrificado.

Es otoño en tu nuca: sol y bruma.

Bajo del verde cielo adolescente.

tu cuerpo da su enamorada suma.



…………………………………………………….



El Sediento



Por buscarme, Poesía, en ti me busqué:

deshecha estrella de agua,

se anegó en mi ser.

Por buscarte, Poesía,

en mí naufragué.



Después sólo te buscaba

por huir de mí:

¡espesura de reflejos

en que me perdí!



Mas luego de tanta vuelta

otra vez me vi:

el mismo rostro anegado

en la misma desnudez;

las mismas aguas de espejo

en las que no he de beber;

y en el borde del espejo,

el mismo muerto de sed.



……………………………………………



La Poesía 2





Inmóvil en la luz, pero danzante,

tu movimiento a la quietud que cría

en la cima del vértigo se alía

deteniendo, no al vuelo, sí al instante.



Luz que no se derrama, ya diamante,

fija en la rotación del mediodía,

sol que no se consume ni se enfría

de cenizas y llama equidistante.



Tu salto es un segundo congelado

que ni apresura el tiempo ni lo mata:

preso en su movimiento ensimismado



tu cuerpo de sí mismo se desata

y cae y se dispersa tu blancura

y vuelves a ser agua y tierra obscura.



Del verdecido júbilo del cielo

luces recobras que la luna pierde

porque la luz de sí misma recuerde

relámpagos y otoños en tu pelo.



El viento bebe viento en su revuelo,

mueve las hojas y su lluvia verde

moja tus hombros, tus espaldas muerde

y te denuda y quema y vuelve yelo.



Dos barcos de velamen desplegado

tus dos pechos. Tu espalda es un torrente.

Tu vientre es un jardín petrificado.



Es otoño en tu nuca: sol y bruma.

Bajo del verde cielo adolescente

tu cuerpo da su enamorada suma.



…………………………………………………………..



La Poesía 3





¿Por qué tocas mi pecho nuevamente?

Llegas, silenciosa, secreta, armada,

tal los guerreros a una ciudad dormida

quemas mi lengua con tus labios, pulpo,

y despiertas los furores, los goces,

y esta angustia sin fin

que enciende lo que toca

y engendra en cada cosa

una aridez sombría.



El mundo cede y se desploma

como metal al fuego.

Entre mis ruinas me levanto

y quedo frente a ti,

solo, desnudo, despojado,

sobre la roca inmensa del silencio,

como un solitario combatiente

contra invisibles huestes.



Verdad abrasadora,

¿a qué me empujas?

No quiero tu verdad,

tu insensata pregunta.

¿A qué esta lucha estéril?

No es el hombre criatura capaz de contenerte,

avidez que sólo en la sed se sacia,

llama que todos los labios consume,

espíritu que no vive en ninguna forma,

mas hace arder

todas las formas

con un secreto fuego indestructible.



Pero insistes, lágrima escarnecida,

y alzas en mí tu imperio desolado.



Subes desde lo más hondo de mí,

desde el centro innombrable de mi ser,

ejército, marea.

Creces, tu sed me ahoga,

expulsando, tiránica,

aquello que no cede

a tu espada frenética.

Ya sólo tú me habitas,

tú, sin nombre, furiosa substancia,

avidez subterránea, delirante.



Golpean mi pecho tus fantasmas,

despiertas a mi tacto,

hielas mi frente

y haces proféticos mis ojos.

Percibo el mundo y te toco,

substancia intocable,

unidad de mi alma y de mi cuerpo,

y contemplo el combate que combato

y mis bodas de tierra.



Nublan mis ojos imágenes opuestas,

y a las mismas imágenes

otras, más profundas, las niegan,

tal un ardiente balbuceo,

aguas que anega un agua más oculta y densa.



La oscura ola

que nos arranca de la primer ceguera,

nace del mismo mar oscuro

en que nace, sombría,

la ola que nos lleva a la tierra:

sus aguas se confunden

y en su tiniebla

quietud y movimiento son lo mismo.



Insiste, vencedora,

porque tan sólo existo porque existes,

y mi boca y mi lengua se formaron

para decir tan sólo tu existencia

y tus secretas sílabas, palabra

impalpable y despótica,

substancia de mi alma.



Eres tan sólo un sueño,

pero en ti sueña el mundo

y su mudez habla con tus palabras.

Rozo al tocar tu pecho,

la eléctrica frontera de la vida,

la tiniebla de sangre

donde pacta la boca cruel y enamorada,

ávida aún de destruir lo que ama

y revivir lo que destruye,

con el mundo, impasible

y siempre idéntico a sí mismo,

porque no se detiene en ninguna forma,

ni se demora sobre lo que engendra.



Llévame, solitaria,

llévame entre los sueños,

llévame, madre mía,

despiértame del todo,

hazme soñar tu sueño,

unta mis ojos con tu aceite,

para que al conocerte, me conozca.





Destino del Poeta



¿Palabras? Sí, de aire,

y en el aire perdidas.



Déjame que me pierda entre palabras,

déjame ser el aire en unos labios,

un soplo vagabundo sin contornos

que el aire desvanece.



También la luz en sí misma se pierde.



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Sonetos



1



Inmóvil en la luz, pero danzante,

tu movimiento a la quietud que cría

en la cima del vértigo se alía

deteniendo, no al vuelo, sí al instante.



Luz que no se derrama, ya diamante,

fija en la rotación del mediodía,

sol que no se consume ni se enfría

de cenizas y llama equidistante.



Tu salto es un segundo congelado

que ni apresura el tiempo ni lo mata:

preso en su movimiento ensimismado



tu cuerpo de sí mismo se desata

y cae y se dispersa tu blancura

y vuelves a ser agua y tierra obscura.





2



El mar, el mar y tú, plural espejo,

el mar de torso perezoso y lento

nadando por el mar, del mar sediento:

el mar que muere y nace en un reflejo.



El mar y tú, su mar, el mar espejo:

roca que escala el mar con paso lento,

pilar de sal que abate el mar sediento,

sed y vaivén y apenas un reflejo.



De la suma de instantes en que creces,

del círculo de imágenes del año,

retengo un mes de espumas y de peces,



y bajo cielos líquidos de estaño

tu cuerpo que en la luz abre bahías

al oscuro oleaje de los días.





3



Del verdecido júbilo del cielo

luces recobras que la luna pierde

porque la luz de sí misma recuerde

relámpagos y otoños en tu pelo.



El viento bebe viento en su revuelo,

mueve las hojas y su lluvia verde

moja tus hombros, tus espaldas muerde

y te desnuda y quema y vuelve hielo.



Dos barcos de velamen desplegado

tus dos pechos. Tu espalda es un torrente.

Tu vientre es un jardín petrificado.



Es otoño en tu nuca: sol y bruma.

Bajo del verde cielo adolescente.

tu cuerpo da su enamorada suma.



……………………………………………..

Bajo tu Clara Sombra



Un cuerpo, un cuerpo solo, un sólo cuerpo

un cuerpo como día derramado

y noche devorada;

la luz de unos cabellos

que no apaciguan nunca

la sombra de mi tacto;

una garganta, un vientre que amanece

como el mar que se enciende

cuando toca la frente de la aurora;

unos tobillos, puentes del verano;

unos muslos nocturnos que se hunden

en la música verde de la tarde;

un pecho que se alza

y arrasa las espumas;

un cuello, sólo un cuello,

unas manos tan sólo,

unas palabras lentas que descienden

como arena caída en otra arena....



Esto que se me escapa,

agua y delicia obscura,

mar naciendo o muriendo;

estos labios y dientes,

estos ojos hambrientos,

me desnudan de mí

y su furiosa gracia me levanta

hasta los quietos cielos

donde vibra el instante;

la cima de los besos,

la plenitud del mundo y de sus formas.

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